Isabelle Huppert es como los vinos, cuanto más madura, mejor está y más se disfruta. Y es que la francesa lleva una trayectoria a sus espaldas más que envidiable con títulos como La pianista (film que le dio la fama y el reconocimiento en nuestro país), Ocho mujeres o Propiedad privada.
Villa Amalia es uno de sus últimos trabajos, película que narra la historia de Ann, una mujer que tras descubrir la infidelidad de su marido decide romper con su pasado y presente para iniciar una nueva vida en otro lugar. Gracias a su amigo Georges emprende un viaje lleno de inseguridades y temores, que la llevará hasta una isla donde se encuentra Villa Amalia.
Huppert, con un look que a veces recuerda a Holly Hunter, se mete en la piel de la protagonista, una mujer que busca su identidad sumida en un permanente tormento interno y un silencio emocional, que la muestra frágil y sola frente al contexto humano y natural que la rodea.
Benoît Jacquot firma el guión y la dirección de una película extraña en su narración, que se queda en lo superficial de la intriga (reforzada por la banda sonora), sin adentrarse en esos temores que tanto se anuncian en forma de elipsis y otros ejercicios metafóricos. Si bien opta más por la contemplación, permite al espectador intuir, más que saber con certeza, los pensamientos y las decisiones que va tomando Ann durante el periplo de ese viaje iniciático.
Con un tono más seco que profundo, Villa Amalia se queda en un choque entre el academicismo más absoluto y unas buenas intenciones de creatividad narrativa, salvado por una nueva interpretación magistral de madame Huppert. Ella siempre extraordinaria.
Puntuación El Rotoscopio: 6/10
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