Durante mis cinco años en la universidad, el tren fue mi medio de transporte más que habitual. Y os puedo contar que en cinco años me ha pasado de todo. Así que al ver esta película de Alfred Hitchcock, me dio cierta nostalgia, aunque, por suerte, nunca me he encontrado en una tesitura como esta…
Dos extraños se encuentran en un tren. Uno de ellos dice admirar al otro, porque es un tenista con cierta fama, y lo invita a desayunar. La conversación, como siempre en estos casos, no es muy trascendental, hasta que el otro tipo le insinúa la posibilidad de cometer un asesinato cruzado, es decir, asesinar cada uno al que la otra persona quiere, para evitar así las conexiones entre el asesinato y su víctima, y evitar que los descubran. Si habéis hablado con “conocidos de tren” sabréis que estas conversaciones no tienen más relevancia… a no ser que el que las inicie sea un tarado y realice el asesinato, para luego reclamar que se lo devuelvas.
La trama y el desarrollo de la película me han parecido apasionantes, y en más de un momento se me ha pasado por la cabeza… ¿Qué pasaría si…? Magnifico.
Así pues, os dejo con este clásico inmortal, y os encomiendo a vigilar a quien habláis en vuestro trayecto al trabajo. Yo, de momento, he encontrado una razón para estar tranquilo yendo en coche…
PD: Cada película que veo, más me reafirmo. El título de maestro del suspense le viene más que merecido a este genio.
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