Hace unos días, a raíz de la apatía cinematográfica que me supuso el visionado de Alicia en el País de Tim Burton, mi querida Virginia me recomendó que viese “Encantada, la historia de Giselle”. No cabe duda que a la muchacha le gustaba esta película, pero a mi… como que me daba un poco de cosilla… todo hay que decirlo, estaba en un error.
El mundo de “encantada” se sucede en un inicio en un país de la fantasía, de dibujos animados, donde las princesas esperan a su príncipe azul, los animales cantan y al final hay un gran bodorrio con un beso de amor. El problema es que la madrastra del príncipe no está por la labor de que Giselle se lleve su puesto en el reino, y decide enviarla a otro mundo: esto es, el mundo real. Así, por un maleficio de la bruja malvada, Giselle aparece en Nueva York, totalmente desorientada y intentando entender como funciona nuestro mundo mientras busca a su amado.
La película es tan dulce y divertida que no puedo más que agradecer a Virginia la recomendación y hacerla extensiva a todos vosotros, amigos del Rotoscopio. Esta película es mucho más interesante de lo que parece tras su apariencia infantil.
Y además aparece ella:
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