domingo, 10 de noviembre de 2013

Tomb Raider (2013)

Cada vez que me paso un juego pienso “tengo que hacer un comentario en El Rotoscopio sobre esto”, pero no lo he hecho casi nunca... Así que para un día que me pongo ¡vamos a celebrarlo!

¡¡¡Yeah Madafackas!!!!

Vayamos por partes, y primero os explico un poco mi perfil de jugón, que dista mucho del de jugador de Call of Duty (sin ninguna acritud al respecto), y por eso veréis que mis referentes son... diferentes. Fui jugador de PC hasta que llegó a casa la PlayStation 2. Hasta esa época jugaba básicamente a aventuras gráficas (¡como las hecho de menos! Leisure Suit Larry, Monkey Island ,King's Quest V, La Pantera Rosa... grandes éxitos de su época), los juegos de plataformas/aventuras (recuerdo con especial cariño OddWorld y Heart of Darkness) y algunos juegos de “estrategia”, sobretodo el Caesar III. Y los SIMS (1 y 2), los juegos a los que más horas les he dedicado en mi vida. Estos juegos me han marcado y me han definido como jugador: me gusta jugar solo o con gente “a mi lado” (soy bastante anti modo online) y prefiero una experiencia jugable corta pero intensa que meterle muchas horas al mismo juego.

Las luchas de insultos de Monkey Island, un noble arte que debería formar parte del currículum escolar de todos los crios: una mezcla perfecta entre la educación física y la literatura.

Mi época Play 2 fue un caos: mi primera consola “de verdad”, en plena adolescencia...  fue un poco momento “TAKE MY MONEY” que me granjeó un catálogo extenso y muy desigual.


Pero con Play 3 llegó la calma: poco a poco y con buena letra he ido haciéndome con una pequeña colección de juegos que me han encantado. Así he podido desarrollar una pasión desenfrenada por la saga Uncharted (que justifica por sí misma la compra de una PS3), he disfrutado de las curvas y los combos de Bayonetta y he sufrido por el siniestro amor de Catherine. Pero vamos a hablar del último juego que he completado: el Reboot de la saga Tomb Raider que nos llegó este año a cargo de Crystal Dinamics.


Lara Croft ha ido protagonizando a lo largo de los años diferentes auges y caídas, siendo uno de sus momentos álgidos la aparición de Tomb Raider: Legend (2006), con la incorporación de nuevas mecánicas de juego para resucitar a la franquicia. Legend funcionó tan bien que sacaron un par de juegos más con mecánicas similares, pero tuvieron un “problema”: la compañía Naughty Dog se sacó de la manga su saga Uncharted y dejó en bragas a Lara Croft. El juego era una experiencia super cinematográfica y evolucionaba de verdad el concepto de juego de aventuras. Así que las mentes pensantes detrás de Tomb Raider se fijaron en la competencia y parieron un juego muy inspirado en la saga Uncharted, que hacia renacer a Lara, esta vez en sentido literal, ya que en el juego la muchacha pasa de ser una joven e inexperta joven que se ve atrapada en una isla desierta hasta convertirse en una aguerrida superviviente que lucha por salvarse a ella y a su equipo ante las condiciones adversas.


Tomb Raider se ha convertido en una aventura muy cinematográfica, con lo que ello conlleva, tanto bueno (historia, gráficos inmejorables, inmersión en el mundo, transmisión de sensaciones) como malo (el juego es pasillero, y no da muchas opciones al libre albedrío). Y a mi me ha encantado (con sus “defectos” y todo, pero es que ya lo he dicho, a mi me gustan las experiencias jugables intensas, así que el efecto pasillo no me importa demasiado). Este juego, y tantos otros, demuestran como un mando (o teclado) pueden servir para explicar una historia, sin miedo a compararse con el cine... ¿o es que no es igual de interesante ver como Lara tiene que enfrentarse a sus limitaciones para convertirse en una superviviente que ver a Sandra Bullock intentando sobrevivir en el espacio? Ambas son mujeres fuertes que luchan por sobrevivir en condiciones adversas, y ambos medios han logrado trasmitirme emociones muy similares.


En definitiva, este Tomb Raider ha llegado para decir que nuestra aventurera favorita está a la altura de Nathan Drake, y que ha vuelto para quedarse.


¡Larga vida a la reina!

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