En estos últimos años Barcelona se ha convertido en un auténtico plató cinematográfico, siendo escenario de una gran variedad de películas nacionales e internacionales como Todo sobre mi madre, Manuale d'Amore 2 o El Perfume, entre otras. Y si entre todos esos films Vicky Cristina Barcelona era el que mejor promoción turística hacía de la ciudad, podría decirse que ahora llega a nuestras pantallas Biutiful para hacer todo lo contrario y convertirse en su versión 'callejeros'.
Biutiful, del mexicano Alejandro González Iñárritu, cuenta la historia de Uxbal, padre de dos hijos y enfermo terminal de cáncer que vive involucrado en la trata de immigrantes sin papeles, a los que intenta ayudar pero a los que a la vez explota. Para ello, el director se/nos traslada a la Barcelona más sucia y pobre, donde los africanos se juegan el pan vendiendo en el top manta productos fabricados por los esclavos chinos que trabajan y malviven en talleres de costura infrahumanos, tras los que se esconden los tres o cuatro que manejan y se enriquecen con el negocio.
La película es la cuarta en la filmografía de Iñárritu, después de brillar con su primer Amores Perros, afianzarse con 21 gramos (con nominaciones incluídas en los Oscars), y consolidarse como uno de los mejores directores actuales con Babel. Y si en las dos últimas contó con estrellas hollywoodienses en el reparto, en esta ocasión el mexicano pone bajo sus órdenes a un cast mayoritariamente español encabezado por Javier Bardem, y secundado por Eduard Fernández, Rubén Ochandiano, Ana Wagener o Karra Elejalde.
A diferencia de lo que pasaba en sus anteriores películas, donde había más de un protagonista y las historias se entrecuzaban unas con otras, aquí Javier Bardem es el protagonista estrella, desplegando un trabajo actoral immenso y contundente, cargando con todo el peso de la historia, mientras que el resto de actores quedan flojos, algo desdibujados e incluso rozando la caricatura (Eduard Fernández). Quizá es en este punto donde más se nota la ausencia del hasta la fecha guionista-mano derecha del director, Guillermo Arriaga. Y es que una no puede dejar de buscar en esta película lo que ya estaba acostumbrada a encontrar en las anteriores: una manera particular de contar y estructurar sus historias dramáticas, llenas de intensidad, con sus ritmos visuales-narrativos característicos, que aquí se ofrecen en pequeñas dosis y de manera muy lineal (por tener a un solo protagonista prácticamente omnipresente), sin lograr arrancar la emotividad anelada, produciendo un cierto desencanto final con todo el conjunto.
Y no exigencia la mía, pero al acabar la película se tiene la sensación de que Iñárritu se ha perdido en una historia realmente prometedora, y que ha acabado malgastando dos horas y media que podrían haber dado para más.
Que no ha perdido su esencia está claro: el maltrato a sus personajes es continuo, no les da respiro alguno para reponerse, les ahoga en sus propias penas y siempre se muestra ocupado en contar sus penalidades y degradaciones personales. Pero nada va más allá y todo se queda en la superficialidad más facilona.
Puntuación El Rotoscopio: 5/10
La película es la cuarta en la filmografía de Iñárritu, después de brillar con su primer Amores Perros, afianzarse con 21 gramos (con nominaciones incluídas en los Oscars), y consolidarse como uno de los mejores directores actuales con Babel. Y si en las dos últimas contó con estrellas hollywoodienses en el reparto, en esta ocasión el mexicano pone bajo sus órdenes a un cast mayoritariamente español encabezado por Javier Bardem, y secundado por Eduard Fernández, Rubén Ochandiano, Ana Wagener o Karra Elejalde.
A diferencia de lo que pasaba en sus anteriores películas, donde había más de un protagonista y las historias se entrecuzaban unas con otras, aquí Javier Bardem es el protagonista estrella, desplegando un trabajo actoral immenso y contundente, cargando con todo el peso de la historia, mientras que el resto de actores quedan flojos, algo desdibujados e incluso rozando la caricatura (Eduard Fernández). Quizá es en este punto donde más se nota la ausencia del hasta la fecha guionista-mano derecha del director, Guillermo Arriaga. Y es que una no puede dejar de buscar en esta película lo que ya estaba acostumbrada a encontrar en las anteriores: una manera particular de contar y estructurar sus historias dramáticas, llenas de intensidad, con sus ritmos visuales-narrativos característicos, que aquí se ofrecen en pequeñas dosis y de manera muy lineal (por tener a un solo protagonista prácticamente omnipresente), sin lograr arrancar la emotividad anelada, produciendo un cierto desencanto final con todo el conjunto.
Y no exigencia la mía, pero al acabar la película se tiene la sensación de que Iñárritu se ha perdido en una historia realmente prometedora, y que ha acabado malgastando dos horas y media que podrían haber dado para más.
Que no ha perdido su esencia está claro: el maltrato a sus personajes es continuo, no les da respiro alguno para reponerse, les ahoga en sus propias penas y siempre se muestra ocupado en contar sus penalidades y degradaciones personales. Pero nada va más allá y todo se queda en la superficialidad más facilona.
Puntuación El Rotoscopio: 5/10
1 comentario:
Nos van a dar la tabarrilla con esta peli!
Es cierto que las críticas estan siendo muy irregulares!
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